sábado, 22 de enero de 2022

Palabra de Dios

 III Domingo del Tiempo Ordinario (C)

 

Nehemías 8, 2-4a. 5-6. 8-10

Salmo 18   R/. Tus palabras, Señor, son espíritu y vida

Primera a los Corintios 12, 12-30

Lucas 1, 1-4. 4. 14-21

 

Desde el año 2019, el Papa Francisco ha querido que en este tercer domingo de Tiempo Ordinario, toda la Iglesia celebre el Domingo de la Palabra de Dios. Y de principio podemos pensar: ¿qué cosa? ¿Por qué nos hace falta celebrar algo que tenemos tan a mano, que escuchamos cada domingo, que está a disposición de cualquiera? Quizás por eso mismo.

Casi siempre lo que tenemos habitualmente y en abundancia puede perder su valor. Y nos pasa lo mismo con las cosas materiales que las espirituales.

Desde la reforma protestante en el siglo XVI hasta prácticamente el Concilio Vaticano II, la Iglesia ha potenciado la Eucaristía, su culto y celebración dejando en un segundo lugar la Palabra de Dios. 60 años después casi seguimos igual.

La liturgia posconciliar habla de las dos mesas, la mesa de la Eucaristía y la mesa de la Palabra, incluso pide que haya similitud de formas y materiales entre el altar y el ambón (en esta iglesia no se da, sí en la capilla de la comunidad), que como está la Eucaristía a nuestra disposición siempre en los sagrarios, que esté la Palabra de Dios abierta y dispuesta siempre para todos. Incluso los obispos pueden dar la bendición con el Evangeliario de igual modo que se bendice con la Eucaristía expuesta en la custodia.

La primera lectura nos ha narrado ese gozo que deberíamos tener todos al encontrarnos con la Palabra, el gozo que el pueblo de Israel expresa ante el encuentro fortuito durante unas obras, del libro de la Ley del Señor. En una lectura maratoniana, desde la mañana hasta el mediodía, ante hombre, mujeres y cuantos tenían uso de razón. Y cuando escuchan y entienden la Palabra de Dios y cuando la ponen de espejo ante su vida, lloran, por verse lejos de su cumplimiento. Pero más bien invita a celebrar su conocimiento  pues el gozo en el Señor es nuestra fortaleza. Vale la pena releer la primera lectura y aprender a tratar con dignidad la Palabra: Abrió el libro... y todo el pueblo estaba atento... levantó las manos... respondió... se inclinaron y adoraron. Leían con claridad y explicaban el sentido... comprendieron el sentido... Y fue para todos motivo de alegre celebración, de encuentro y de compartir.

Porque como hemos cantado en el Salmo responsorial: Tus palabras, Señor, son espíritu y vida.

Es la misma Palabra quien en la segunda lectura, por Pablo nos anuncia que es Cristo quien viene a librarnos por el anuncio del Evangelio de toda atadura física y moral, para derramar la gracia de Dios a todos, sin distinción: judíos griegos, esclavos, libres... la redención de Jesucristo es universal, esto significa católica, la Iglesia es universal, católica, en ella todos estamos unidos por la fe, y la fe no se puede ni imponer ni impedir a nadie.

Todos tenemos nuestro espacio, por que todos somos necesarios. Como en el cuerpo humano no todo es cabeza, ni piernas, ni puede funcionar una mano por libre, ni siquiera el corazón... Y si algo duele, duele el yo entero, no podemos desconectar la parte doliente. Así es la Iglesia. Todos aportamos. Todos colaboramos, todos añadimos y/o restamos; pero sí somos cuantificables, cada uno en su puesto, ministerio o servicio; no todos somos profetas, o maestros, o hacemos milagros... pero hasta el más inútil a nuestros ojos, puede rezar, y sonreír y sobre todo amar.

En ese caber todos estamos en la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos. La Palabra de este Domingo es que ni pintada. Nos une, sin duda, la Palabra de Dios. En el corazón de Dios, en la Iglesia que Dios quiere todos tenemos sitio, porque todos somos necesarios como los miembros de un cuerpo.

En Cristo se cumple la profecía anunciada por Isaías: El Espíritu del Señor... me ha ungido. Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista. Para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor.

Hoy se cumple esta Escritura que acabáis e oír. Hoy el Reino de Dios se hace presente porque cada uno de nosotros lo hacemos presente desde nuestro lugar, alto o bajo (dependerá de quien lo mire), pero siempre perfecto a los ojos de Dios.

 


 Feliz domingo.

 fr. jl

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